Ninguno de nosotros podrá olvidar nunca el 11 de septiembre de 2001. Aquel día despertamos con las imágenes de aviones estrellándose contra edificios emblema del capitalismo estadounidense, más propias de una película de ciencia ficción que de la realidad.
A partir de ese momento hemos asistido a interminables y “sesudos” análisis sobre terroristas islámicos, fundamentalismos religiosos, “guerras de civilizaciones”, y lo que es peor, a genocidios planificados desde Washington sobre pueblos inocentes, tanto en Afganistán como en Irak, a detenciones masivas en campos de concentración conocidos, como el de Guantánamo, y también secretos, en Europa del Este, regenteados por la CIA.
Ninguna de las incursiones bélicas estadounidenses hubiera sido posible sin la existencia de esos atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Dichos ataques le otorgaron al gobierno de Bush la impunidad para hacer lo que se le ocurra, invocando una supuesta “guerra contra el terrorismo”.
En toda esa ofensiva mediática nunca faltaron las referencias a organizaciones siniestras y envueltas en el misterio, como Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden.
Durante el ataque a Afganistán se difundía que las tropas estadounidenses buscaban a Bin Laden por las cuevas de las montañas de ese país, sin éxito.
Sin embargo, nadie en su sano juicio puede creer que el ejército más poderoso del mundo, con los adelantos tecnológicos más importantes de la historia, no pueda encontrar a un rudimentario terrorista que vive en un escondrijo rocoso, que además, tiene desde allí, la posibilidad de coordinar las acciones de la red terrorista más temible de nuestros días.
Por el contrario, cada vez queda más claro que los ataques del 11-S fueron en realidad un autoatentado, que permitieron que el gobierno de Bush realice sus incursiones bélicas posteriores.
En Afganistán, el gobierno talibán había prohibido el cultivo de amapola, fundamental para la elaboración de heroína. Luego del derrocamiento de los talibanes, la amapola volvió a Afganistán. Saquen ustedes sus conclusiones acerca de quién se beneficio con ello.
Por su parte, Saddam Hussein había cambiado la lógica de la comercialización del petróleo, convirtiendo sus reservas de dólares a euros, lo cual perjudicaba a la economía de Estados Unidos, que necesita “exportar” dólares para financiar su monumental déficit. Además, Husssin no era un proveedor de petróleo confiable para Estados Unidos, y la segunda reserva petrolera del planeta era codiciada por las multinacionales estadounidenses. De allí a inventar las supuestas armas de destrucción masiva del líder iraquí e invadir el país, sólo había un paso, envuelto el mundo en el bombardeo mediático post 11-S.
Más allá de todo esto, basta leer los diarios estadounidenses de los días previos al 11 de septiembre de 2001 para advertir que el gobierno republicano estaba envuelto en una seria crisis, con la popularidad en sus niveles más bajos. Los autoatentados borraron eso y elevaron a Bush a una especie de “cruzado medieval” contra los “bárbaros islámicos”.
Estas, y muchas otras causas, justificaron los autoatentados.
Actualmente, según distintas encuestas, el 36 % de los estadounidenses creen que el gobierno tuvo mucho o algo que ver en los sucesos del 11 de septiembre, y diversos especialistas han esclarecido distintos puntos que permiten calificar lo acontecido como autoatentados. Son especialmente recomendables los libros “Qué han hecho con mi país”, de Michael Moore; “Las cloacas del imperio”, de Santiago Camacho, y “Hitler ganó la guerra”, de Walter Graciano.
En éste último libro se enumeran 30 elementos que prueban de manera concluyente la teoría de los autoatentados. Algunos párrafos del libro:
“El objeto que impactó contra el Pentágono lo hizo de forma horizontal. Si hubiera sido el vuelo 77 de American Airlines habría requerido un giro de 270 grados, y un descenso de 7.000 pies volando a 500 millas por hora. Para poder aproximarse al Pentágono de manera horizontal hubiera sido necesario un vuelo rasante, esquivando líneas de alta tensión abundantes en la zona. La distancia entre los dos polos eléctricos de dichas líneas es menor al ancho de un Boeing, por lo que es imposible que un avión se haya estrellado contra el Pentágono, sin antes destruir dichas líneas, que permanecieron intactas”.
“Para derrumbar las Torres Gemelas con el impacto de aviones, hubiera sido necesario derretir la estructura interna de acero. El acero tiene problemas en su estructura cuando alcanza los 550 grados centígrados. El combustible de aviones no supera los 360 grados cuando se prende fuego”.
“El tipo de derrumbe que sufrieron ambas torres sólo es usual en demoliciones controladas. No se explica cómo los pisos superiores a los impactos de los aviones no cayeron en bloque o en forma fragmentada. En los registros fílmicos esos pisos superiores se desvanecieron. El testimonio de bomberos y sobrevivientes que escucharon detonaciones en pisos inferiores al lugar del impacto de los aviones, fue rápidamente suprimido de los medios de comunicación. Está muy claro que el derrumbe se produjo por explosivos ubicados en los pisos inferiores, que generaron una implosión, y que el ataque de los aviones fue para dar más espectacularidad a la trama”.
"Las Torres Gemelas fueron diseñadas para soportar el impacto de aviones Boeing 757 y 767, como los que se estrellaron. Hubiese sido raro que una hubiese caído. Cayeron las dos”.“Bush dijo el 4 de diciembre de 2001 lo siguiente: “no podrían creer cómo estaba cuando escuché acerca del ataque terrorista. Yo estaba sentado fuera de un aula en un colegio, esperando entrar, y pude ver un avión golpear la torre. La TV estaba prendida. Yo solía volar, y dije: ‘qué pésimo piloto, debe haber sido un horrible accidente’. Pero estaba sorprendido y no tuve tiempo de pensar sobre el tema. Y estaba sentado en la clase, y Andy Carr, mi Jefe de Gabinete, entró y dijo: ‘un segundo avión golpeó la otra torre, América es atacada’. Bush mintió descaradamente. ¿Por qué? Es muy simple. Bush dice haber visto por TV el ataque a la primera torre, y que luego le informaron sobre el segundo ataque. ¿Cómo puede haber visto por TV el primer choque, que no fue televisado en directo, ya que obviamente los medios no sabían lo que iba a ocurrir? Lo que sí queda claro es que el acto fallido de Bush denuncia que él sabía lo que iba a ocurrir, y que lo que recibió no fue la imagen por TV del ataque a la primera torre, sino la confimación de que todo iba según lo planeado”.Más elementos aporta “Las cloacas del Imperio”. Santiago Camacho dice en el libro:
“Un elemento que ha despertado no pocas suspicacias, es la asombrosa suerte de un personaje casi anónimo llamado Larry Silverstein. Este hombre, en el momento del atentado era el arrendatario de las Torres Gemelas, quien a su vez, subalquilaba las oficinas a las diversas empresas que allí tenían su sede. Pues bien, en un insólito alarde de olfato empresarial, Silverstein aumentó la cuantía de su póliza de seguro apenas una semana antes del ataque, lo que le valió que la caída de ambas torres le sirviera para embolsarse la nada despreciable cantidad de 7.000 millones de dólares. Una afortunada casualidad que se une al hecho aún no explicado, que los altos cargos de la administración y la seguridad estadounidense tuvieran una afortunada corazonada colectiva, y vendieran rápidamente sus acciones de líneas aéreas en las fechas inmediatamente anteriores al 11 de septiembre, o al extraño incremento de transacciones varias veces superiores a las de un día normal, que se produjeron desde el World Trade Center durante el 10 de setiembre e incluso en la mañana de aquel 11-S”.
A todo esto deben sumarse otros datos: la mayoría de los “terroristas suicidas” eran de nacionalidad saudí. Incluso Bin Laden es saudí. Sin embargo, Arabia Saudita nunca fue blanco de las represalias estadounidenses. Esto tiene su explicación: el gobierno de dicho país es el principal socio comercial de Estados Unidos, es su principal proveedor de petróleo e incluso las familias de Bush y Bin Laden fueron y son socios desde hace décadas en diversos emprendimientos comerciales. El corolario de todo esto fue que pocas horas después de la caída de las Torres Gemelas, y mientras el tráfico aéreo estaba suspendido en todo el territorio de Estados Unidos, un avión partió desde California hacia Arabia Saudita, trasladando a miembros de la familia de Bin Laden. ¿Qué investigación seria permitiría que los familiares del “principal terrorista del planeta” abandonen el país atacado por aquel, sin siquiera interrogarlos?
¿No es raro que Bin Laden siempre aparezca con algún video amenazante para Estados Unidos, cuando más lo necesita el gobierno de Bush para legitimar sus políticas imperiales y belicistas?
Las pruebas son infinitas, y podrían ser enumeradas hasta el hartazgo, pero no creo que valgan la pena, ya que con lo expuesto es suficiente para advertir cómo fueron las cosas.
No es mucho lo que se puede hacer al respecto, pero sí merece una reflexión el rol que han adoptado los medios de comunicación masiva de todo el mundo, los políticos pro-sistema y todos aquellos que generalmente hablan de la “comunidad internacional”.
Seguramente nunca dirán la verdad acerca de lo ocurrido, o lo harán cuando ya sea demasiado tarde. La única salida para quienes no queremos ser manipulados ni cómplices de sus fechorías es no creerles. No creerles nada y cuestionar todo.
Piensen qué importante es lo que la gente piense u opine, que tuvieron que montar todo este circo bañado de sangre para justificar sus demenciales actos.
No les creamos más. No más espejitos de colores, no más bombas, no más torturas, no más Bush, no más imperialismo. En síntesis, no más capitalismo. Cinco años post 11-S ya fueron suficiente barbarie.