28.9.06

El guardián de Cardiff


Era sábado por la mañana, muy temprano y muy frío, un mes de noviembre en Cardiff, la capital de Gales. Recién llegados, salíamos de la estación de trenes, tratando de ubicar en el mapa de la ciudad la calle en la que estábamos.
De repente nos vimos envueltos en una marea humana que se dirigía al colosal Estadio del Milenio, donde la selección de Gales enfrentaría a Tonga, por un partido de rugby.
En los alrededores del estadio se vendían banderas, gorros, vinchas y casacas de la selección local. Sin dudas, lo más llamativo era que la mayoría de los artículos a la venta incluían leyendas o dibujos en contra de Inglaterra.
Esa fue la primera manifestación de hostilidad hacia el poderoso vecino, y nos permitió advertir que no es lo mismo estar en Inglaterra que en Gales.

Gales es parte de Gran Bretaña, pero eso no significa que sean ingleses. Al igual que lo que ocurre con los irlandeses del norte y con los escoceses, los galeses guardan sus tradiciones, su propia cultura y hasta su sofisticada cocina. Incluso los galeses tienen su propio idioma, totalmente diferente al inglés.
Cardiff es una ciudad moderna, y no tiene muchos atractivos históricos o arquitectónicos. Sin embargo hay una excepción: su castillo.
Una visita a la capital galesa vale la pena sólo para visitarlo.

El Castillo se encuentra en el corazón mismo de Cardiff, y sus fuertes murallas contienen una historia que se extiende por casi 2.000 años, desde la llegada de los romanos en el siglo I, DC.
Después de la conquista de los Normandos, se construyó la Torre del Castillo que fue seguida por un número de fortificaciones y moradas medievales.
La mayor curiosidad es que el castillo jamás albergó ninguna batalla, nunca quiso ser invadido. Esto lo ha mantenido intacto, lo que hace más atractiva la visita, ya que en sus salones, pasadizos, túneles y torres perduran pinturas, tallados y distintas obras de arte.
Una vez visitado el castillo, la mejor despedida es subir a la torre. Desde allí se aprecia una fantástica vista de la ciudad, con su abundante vegetación y el Estadio del Milenio de fondo, envueltos en la perenne bruma británica.
Al salir del castillo, se llega a la peatonal de la ciudad, atiborrada de gente paseando y haciendo compras.

Es el símbolo de los dos Gales: el moderno y desarrollado país integrante de Gran Bretaña, yuxtapuesto con el antiguo, el histórico, el que le da identidad a un país cuya cultura no pudo ser subsumida por el dominante vecino.
El Castillo, desde hace siglos, es el fiel guardián de la identidad galesa. Y mientras esté en pie será difícil que la abandone a su suerte.

Fotos (de arriba hacia abajo):

Foto 1: Yo, con el castillo de fondo.
Foto 2: Con hinchas de rugby galeses.
Foto 3: Mariana y yo, en un balcón del castillo.
Foto 4: La peatonal de Cardiff.

25.9.06

La Multinacional del Vaticano

“La religión es el opio de los pueblos”
Karl Marx.


Imagínense por un momento que se descubriera que Kirchner, Bachelet, Evo Morales, Tabaré Vázquez, Alan García, Chávez o cualquier gobierno latinoamericano beneficie a alguna multinacional, por ejemplo la Coca Cola, con una exención impositiva total, y que además le entregue gratuitamente cientos de miles de inmuebles ubicados en lugares más caros de cada ciudad del país. Supongamos que no conforme con esto, decida pagarles el sueldo a los más altos ejecutivos de la empresa. Y para peor, imaginemos que a la Coca Cola se le permita tener establecimientos educativos a su cargo, obviamente subvencionados por el Estado, en los cuales los alumnos egresen adoctrinados según la conveniencia de la multinacional. Y para colmo, cuando un funcionario jura desempeñar su cargo con lealtad, lo hace por la fórmula secreta de la Coca Cola.
Sin dudas, sería un escándalo mayúsculo, y probablemente le cueste el gobierno a cualquier presidente que incurra en semejante desatino.
Pues bien, estamos todos equivocados.
Eso pasa en prácticamente la totalidad de los países latinoamericanos ante la indiferencia de la mayoría de la población.
La Iglesia Católica, empresa multinacional con sede en El Vaticano (donde la Iglesia goza de un paraíso fiscal con legislación impositiva similar a las Islas Caimán), no paga impuestos en nuestros países. No abona ni impuesto inmobiliario, a pesar de contar con cientos de miles de inmuebles; no abona impuesto a la riqueza, por la inmensa fortuna que acumula en esos mismos inmuebles y no paga IVA.
La Iglesia Católica no paga seguridad social por sus “empleados” (desde Obispos hasta Sacerdotes), ya que la misma es costeada por el Estado, al igual que los salarios de los Obispos. Para colmo, los Estados ni siquiera tienen la posibilidad de elegir a quién le paga, ya que los obispos son elegidos desde la “casa matriz” en El Vaticano.
Lo de los establecimientos educativos a cargo de la “Multinacional” Católica, es directamente un escándalo, pero existen, y son muchísimos.
Muchas veces se dice que estas escuelas suplen la falencia del Estado, y que si no existieran muchos alumnos quedarían sin posibilidad de estudiar. Esto es absolutamente falso. En la Argentina, por ejemplo, con lo que se recaudaría por impuestos, por dejar de abonarles el “sueldo” a los Obispos y por el cese de la subvenciones educativas, se podrían reemplazar las “escuelas religiosas” en un período no mayor a cinco años.
Pero esto no es todo.
Esa Multinacional no se contenta con lo citado, sino que además opina. Se entromete en los asuntos públicos con el más absoluto descaro.
¿Se imaginan al Presidente de la Coca Cola opinando si se deben aprobar o no las píldoras anticonceptivas?
Muchos de ustedes estarán pensando que la comparación no es correcta, ya que la Iglesia Católica no se puede comparar con la Coca Cola.
Tienen razón. La Iglesia Católica es mucho peor.
En primer lugar, es la multinacional más antigua del planeta, y lleva cometidos más crímenes que ninguna otra organización de la historia, incluyendo las Cruzadas, la Inquisición, las “Misiones evangelizadoras” en la América colonial y hasta el asesinato de eminencias científicas, como Galileo. Hitler es un pacifista a su lado.
En segundo lugar, la Iglesia Católica invierte sus “utilidades” como lo hace cualquier otra empresa, sin ningún reparo ético, como corresponde a una empresa capitalista multinacional.
Por ejemplo, tiene acciones de empresas dedicadas a la venta de armas y estuvo implicada en un caso de lavado de dinero proveniente del contrabando de armas y drogas, junto a la Logia Italiana ultraderechista P2. Según una gran variedad de fuentes (obviamente alejadas de los medios de desinformación masiva), estuvo relacionado con ese caso el asesinato del Papa Juan Pablo I. (Si les interesa el tema, lean este artículo: www.hombregris2001.com.ar/i15.htm
Siguiendo en la misma tónica, la Iglesia Católica, al igual que cualquier otra multinacional, también conspira y derroca gobiernos cuando éstos van en contra de sus intereses. Así, tuvo activa participación y brindó decisivo apoyo a los golpes de Estado de Pinochet en Chile o de Videla en Argentina.
Y generalmente sus intereses son los mismos que los de los poderosos.
¿Hasta cuando vamos a permitir esto?
Sepamos que ninguna independencia real de nuestros países es posible mientras continúe incólume la “pata espiritual” de la barbarie capitalista, que antes fue la barbarie colonialista y antes la barbarie feudal.
Hoy, más que nunca, sigue vigente la frase del sabio viejito de barba blanca que inicia este artículo.

Nota: Me refiero a la Iglesia Católica por ser la que nos tocó en suerte soportar. Lo mismo vale para todas las demás.

18.9.06

¿Opinión pública u opinión publicada?

“La opinión pública es la opinión
de los que no tienen opinión”
Graffiti callejero en Buenos Aires.

Cuando los medios de comunicación masiva, los políticos o cualquier referente social quieren hacernos creer que un juicio de valor sobre un tema determinado es la opinión mayoritaria, nos dicen que es lo que piensa la “opinión pública”.
Pocas veces ha sido creada una entelequia semejante.
Incluso el concepto de “opinión pública” tiene connotaciones fascistas, ya que su existencia presume la uniformidad de pensamiento en segmentos predominantes de la sociedad, la cual es imposible sin el bombardeo constante de los sectores interesados en que ese pensamiento se haga masivo. Es la versión moderna de aquella frase del jerarca nazi Goebbels: “una mentira dicha 1.000 veces pasa a ser una verdad indiscutida”.
La cosa funciona más o menos así:
Día 1: los medios de comunicación dan cuenta de una ola delictiva “sin precedentes”.
Día 2: se destaca un caso en particular, generalmente truculento, con testimonios desgarradores de las víctimas de la delincuencia.
Día 3: Se difunde que “sesudas investigaciones” afirman que detrás del luctuoso hecho están implicados personas recién salidas de la cárcel, bajo algún régimen de libertad condicional, generalmente sin aportar ninguna prueba de que así fuera.
Día 4: Un político afín a los poderes dominantes esgrime un discurso de mano dura con la delincuencia.
Día 5: Los sitios web de los medios masivos escritos lanzan encuestas on line con preguntas del tipo: ¿Ud. Está de acuerdo con el endurecimiento de las penas? Los resultados de la encuesta, luego del bombardeo mediático son obvios.
Día 6: Los “analistas” de esos mismos medios publican editoriales en los que aseguran que “la opinión pública” pide mano dura.

Vale otro ejemplo real:

1) Un medio de prensa venezolano de dudosa credibilidad asegura que Venezuela está produciendo armas atómicas para proveérselas a Irán.
2) La prensa internacional afín al régimen imperante publica que “medios venezolanos” aseguran que Venezuela está produciendo armas atómicas para proveérselas a Irán (nótese que se omite que en realidad la noticia la publicó un solo medio y de dudosa credibilidad, como el diario 2001).
3) Condolezza Rice asegura que “la prensa independiente de todo el mundo” afirma que Venezuela produce armas atómicas para Irán.
4) La “opinión pública” estadounidense piensa que Venezuela produce armas atómicas para Irán.
5) Lo que sigue, mejor ni decirlo.

Los ejemplos son miles, y basta recordar las supuestas armas de destrucción masiva de Irak para entender la magnitud de la manipulación.
Personalmente creo que la “opinión pública” no existe como tal, sino como una creación del poder, y la moldean según sus intereses.
Lo que existe es la opinión libre e individual de cada uno de nosotros, y hay una opinión por cada persona.
El problema se suscita ante la descomunal maquinaria mediática al servicio de los intereses de la minoría privilegiada de cada país, que puede influir en la manera de pensar de una gran cantidad de gente, en general despolitizada, bastante desinteresada del acontecer público, y que “toma por bueno” todo lo que dicen los medios, que en general mienten descaradamente, desinforman, falsean la realidad y acomodan los hechos según su conveniencia.
Un último ejemplo: un noticiero televisivo de un canal líder de Buenos Aires tiene entre sus auspiciantes a una conocida marca de puertas blindadas. Sé de buena fuente que el arreglo consiste en que en el bloque anterior a la tanda comercial en la que está el aviso de las puertas blindadas, tienen que salir al aire al menos dos casos de inseguridad.
Creo que está todo dicho. Y pensar que hay gente que todavía cree que en nuestros países existe la democracia.

14.9.06

Tulum: con el Caribe y los mayas de testigos


Generalmente cuando se habla del Caribe Mexicano y la Rivera Maya, la primera ciudad que viene a la mente es Cancún, con sus hoteles suntuosos, sus centros comerciales rebosantes, sus turistas estadounidenses ignorantes y prepotentes y sus “mayas occidentalizados” explotados miserablemente, que ni siquiera tienen derecho a pisar la playa porque “su oscura piel da mala imagen”.
No me gusta Cancún.
Pero México siempre da revancha. Ese país maravilloso ofrece su otra cara, la mejor cara, a sólo dos horas de Cancún, hacia el sur.
El pequeño poblado de Tulum es un pueblo “chorizo”, extendido hacia ambos costados de la carretera.













Al llegar, el contraste con Cancún impresiona. Los rascacielos se transforman en pequeñas y coloridas viviendas; el Mc Donald’s, en un típico puesto de tacos mexicanos; los bárbaros “comehamburguesas” en entrañables viajeros independientes provenientes de todo el mundo y, lo más importante, los explotados de Cancún, en mexicanos orgullosos de su pueblo, de su patrimonio cultural y de su caribeño paraíso terrenal que no les es vedado.
Por las noches, hay dos alternativas. En el pueblo, las ferias indígenas, la música típica de Yucatán en vivo y la picante comida nativa enriquecen un viaje que tiene su “frutilla del postre” en el Caribe y su imperecedero sol.














En la playa, los viajeros comparten sus experiencias junto al mar, con el demencial fulgor de las estrellas como testigo. Son encuentros poliétnicos, multi-idiomáticos, una torre de Babel de nómades alrededor de algún fuego tenue, no uniformada por el falso paradigma de los resorts y los hoteles all inclusive.
El Mar Caribe se halla a unos tres kilómetros, por lo que la costa permanece inmaculada, con la única excepción de unas pocas y sencillas posadas.
Pero Tulum siempre ofrece algo más. Quizás el paisaje más maravilloso de la tierra.
Abajo, el Caribe, sempiternamente turquesa. Eternamente prístino. Arriba, el Castillo de Tulum, herencia maya incólume.













Pocas experiencias recuerdo con más deleite, con más gozo, que sumergirme en el mar de Tulum con las ruinas mayas de testigo. Es una fiesta para los sentidos. Una sensación indescriptible de comunión con el mundo antiguo.
Si cuando el viento mueve las calmas aguas, hasta parecen divisarse las viejas chalupas pobladas con mayas viajando por el tiempo para darse un abrazo imaginario con quienes mantienen vivas sus tradiciones y defienden a ultranza su cultura, permanentemente amenazada.
El Caribe y los viajeros que hemos contemplado los multicolores atardeceres de Tulum somos testigos de esa simbiosis perenne entre el hoy y el ayer, ambos teñidos con el mar más turquesa que el ojo humano pueda imaginar.

Fotos
De arriba hacia abajo:
Foto 1: Vista de la playa desde el Castillo.
Foto 2: A los pies del Castillo, con el Caribe de fondo.
Foto 3: La playa de Tulum.
Foto 4: Mariana en el Castillo de Tulum.

10.9.06

A cinco años de la mentira más grande de la historia moderna

Ninguno de nosotros podrá olvidar nunca el 11 de septiembre de 2001. Aquel día despertamos con las imágenes de aviones estrellándose contra edificios emblema del capitalismo estadounidense, más propias de una película de ciencia ficción que de la realidad.
A partir de ese momento hemos asistido a interminables y “sesudos” análisis sobre terroristas islámicos, fundamentalismos religiosos, “guerras de civilizaciones”, y lo que es peor, a genocidios planificados desde Washington sobre pueblos inocentes, tanto en Afganistán como en Irak, a detenciones masivas en campos de concentración conocidos, como el de Guantánamo, y también secretos, en Europa del Este, regenteados por la CIA.
Ninguna de las incursiones bélicas estadounidenses hubiera sido posible sin la existencia de esos atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Dichos ataques le otorgaron al gobierno de Bush la impunidad para hacer lo que se le ocurra, invocando una supuesta “guerra contra el terrorismo”.
En toda esa ofensiva mediática nunca faltaron las referencias a organizaciones siniestras y envueltas en el misterio, como Al Qaeda y su líder, Osama Bin Laden.
Durante el ataque a Afganistán se difundía que las tropas estadounidenses buscaban a Bin Laden por las cuevas de las montañas de ese país, sin éxito.
Sin embargo, nadie en su sano juicio puede creer que el ejército más poderoso del mundo, con los adelantos tecnológicos más importantes de la historia, no pueda encontrar a un rudimentario terrorista que vive en un escondrijo rocoso, que además, tiene desde allí, la posibilidad de coordinar las acciones de la red terrorista más temible de nuestros días.
Por el contrario, cada vez queda más claro que los ataques del 11-S fueron en realidad un autoatentado, que permitieron que el gobierno de Bush realice sus incursiones bélicas posteriores.
En Afganistán, el gobierno talibán había prohibido el cultivo de amapola, fundamental para la elaboración de heroína. Luego del derrocamiento de los talibanes, la amapola volvió a Afganistán. Saquen ustedes sus conclusiones acerca de quién se beneficio con ello.
Por su parte, Saddam Hussein había cambiado la lógica de la comercialización del petróleo, convirtiendo sus reservas de dólares a euros, lo cual perjudicaba a la economía de Estados Unidos, que necesita “exportar” dólares para financiar su monumental déficit. Además, Husssin no era un proveedor de petróleo confiable para Estados Unidos, y la segunda reserva petrolera del planeta era codiciada por las multinacionales estadounidenses. De allí a inventar las supuestas armas de destrucción masiva del líder iraquí e invadir el país, sólo había un paso, envuelto el mundo en el bombardeo mediático post 11-S.
Más allá de todo esto, basta leer los diarios estadounidenses de los días previos al 11 de septiembre de 2001 para advertir que el gobierno republicano estaba envuelto en una seria crisis, con la popularidad en sus niveles más bajos. Los autoatentados borraron eso y elevaron a Bush a una especie de “cruzado medieval” contra los “bárbaros islámicos”.
Estas, y muchas otras causas, justificaron los autoatentados.
Actualmente, según distintas encuestas, el 36 % de los estadounidenses creen que el gobierno tuvo mucho o algo que ver en los sucesos del 11 de septiembre, y diversos especialistas han esclarecido distintos puntos que permiten calificar lo acontecido como autoatentados. Son especialmente recomendables los libros “Qué han hecho con mi país”, de Michael Moore; “Las cloacas del imperio”, de Santiago Camacho, y “Hitler ganó la guerra”, de Walter Graciano.
En éste último libro se enumeran 30 elementos que prueban de manera concluyente la teoría de los autoatentados. Algunos párrafos del libro:
“El objeto que impactó contra el Pentágono lo hizo de forma horizontal. Si hubiera sido el vuelo 77 de American Airlines habría requerido un giro de 270 grados, y un descenso de 7.000 pies volando a 500 millas por hora. Para poder aproximarse al Pentágono de manera horizontal hubiera sido necesario un vuelo rasante, esquivando líneas de alta tensión abundantes en la zona. La distancia entre los dos polos eléctricos de dichas líneas es menor al ancho de un Boeing, por lo que es imposible que un avión se haya estrellado contra el Pentágono, sin antes destruir dichas líneas, que permanecieron intactas”.
“Para derrumbar las Torres Gemelas con el impacto de aviones, hubiera sido necesario derretir la estructura interna de acero. El acero tiene problemas en su estructura cuando alcanza los 550 grados centígrados. El combustible de aviones no supera los 360 grados cuando se prende fuego”.
“El tipo de derrumbe que sufrieron ambas torres sólo es usual en demoliciones controladas. No se explica cómo los pisos superiores a los impactos de los aviones no cayeron en bloque o en forma fragmentada. En los registros fílmicos esos pisos superiores se desvanecieron. El testimonio de bomberos y sobrevivientes que escucharon detonaciones en pisos inferiores al lugar del impacto de los aviones, fue rápidamente suprimido de los medios de comunicación. Está muy claro que el derrumbe se produjo por explosivos ubicados en los pisos inferiores, que generaron una implosión, y que el ataque de los aviones fue para dar más espectacularidad a la trama”.
"Las Torres Gemelas fueron diseñadas para soportar el impacto de aviones Boeing 757 y 767, como los que se estrellaron. Hubiese sido raro que una hubiese caído. Cayeron las dos”.
“Bush dijo el 4 de diciembre de 2001 lo siguiente: “no podrían creer cómo estaba cuando escuché acerca del ataque terrorista. Yo estaba sentado fuera de un aula en un colegio, esperando entrar, y pude ver un avión golpear la torre. La TV estaba prendida. Yo solía volar, y dije: ‘qué pésimo piloto, debe haber sido un horrible accidente’. Pero estaba sorprendido y no tuve tiempo de pensar sobre el tema. Y estaba sentado en la clase, y Andy Carr, mi Jefe de Gabinete, entró y dijo: ‘un segundo avión golpeó la otra torre, América es atacada’. Bush mintió descaradamente. ¿Por qué? Es muy simple. Bush dice haber visto por TV el ataque a la primera torre, y que luego le informaron sobre el segundo ataque. ¿Cómo puede haber visto por TV el primer choque, que no fue televisado en directo, ya que obviamente los medios no sabían lo que iba a ocurrir? Lo que sí queda claro es que el acto fallido de Bush denuncia que él sabía lo que iba a ocurrir, y que lo que recibió no fue la imagen por TV del ataque a la primera torre, sino la confimación de que todo iba según lo planeado”.
Más elementos aporta “Las cloacas del Imperio”. Santiago Camacho dice en el libro:
“Un elemento que ha despertado no pocas suspicacias, es la asombrosa suerte de un personaje casi anónimo llamado Larry Silverstein. Este hombre, en el momento del atentado era el arrendatario de las Torres Gemelas, quien a su vez, subalquilaba las oficinas a las diversas empresas que allí tenían su sede. Pues bien, en un insólito alarde de olfato empresarial, Silverstein aumentó la cuantía de su póliza de seguro apenas una semana antes del ataque, lo que le valió que la caída de ambas torres le sirviera para embolsarse la nada despreciable cantidad de 7.000 millones de dólares. Una afortunada casualidad que se une al hecho aún no explicado, que los altos cargos de la administración y la seguridad estadounidense tuvieran una afortunada corazonada colectiva, y vendieran rápidamente sus acciones de líneas aéreas en las fechas inmediatamente anteriores al 11 de septiembre, o al extraño incremento de transacciones varias veces superiores a las de un día normal, que se produjeron desde el World Trade Center durante el 10 de setiembre e incluso en la mañana de aquel 11-S”.
A todo esto deben sumarse otros datos: la mayoría de los “terroristas suicidas” eran de nacionalidad saudí. Incluso Bin Laden es saudí. Sin embargo, Arabia Saudita nunca fue blanco de las represalias estadounidenses. Esto tiene su explicación: el gobierno de dicho país es el principal socio comercial de Estados Unidos, es su principal proveedor de petróleo e incluso las familias de Bush y Bin Laden fueron y son socios desde hace décadas en diversos emprendimientos comerciales. El corolario de todo esto fue que pocas horas después de la caída de las Torres Gemelas, y mientras el tráfico aéreo estaba suspendido en todo el territorio de Estados Unidos, un avión partió desde California hacia Arabia Saudita, trasladando a miembros de la familia de Bin Laden. ¿Qué investigación seria permitiría que los familiares del “principal terrorista del planeta” abandonen el país atacado por aquel, sin siquiera interrogarlos?
¿No es raro que Bin Laden siempre aparezca con algún video amenazante para Estados Unidos, cuando más lo necesita el gobierno de Bush para legitimar sus políticas imperiales y belicistas?
Las pruebas son infinitas, y podrían ser enumeradas hasta el hartazgo, pero no creo que valgan la pena, ya que con lo expuesto es suficiente para advertir cómo fueron las cosas.
No es mucho lo que se puede hacer al respecto, pero sí merece una reflexión el rol que han adoptado los medios de comunicación masiva de todo el mundo, los políticos pro-sistema y todos aquellos que generalmente hablan de la “comunidad internacional”.
Seguramente nunca dirán la verdad acerca de lo ocurrido, o lo harán cuando ya sea demasiado tarde. La única salida para quienes no queremos ser manipulados ni cómplices de sus fechorías es no creerles. No creerles nada y cuestionar todo.
Piensen qué importante es lo que la gente piense u opine, que tuvieron que montar todo este circo bañado de sangre para justificar sus demenciales actos.
No les creamos más. No más espejitos de colores, no más bombas, no más torturas, no más Bush, no más imperialismo. En síntesis, no más capitalismo. Cinco años post 11-S ya fueron suficiente barbarie.

7.9.06

El que sabe, sabe, y el que no sabe, jefe

La afirmación del título se ha convertido en una frase de la gente, en una creencia generalizada.
Me voy a permitir enumerar algunas de las problemáticas que, en mi opinión, inciden para que en los organismos públicos y en las empresas quienes están a cargo de las máximas responsabilidades suelen ser menos competentes que quienes están por debajo en la escala jerárquica.
El primer factor es la edad. En general, y sobre todo en las instituciones burguesas, el ascenso en las estructuras organizacionales se produce escalón por escalón, de manera vertical. Esto provoca que cuando alguien llega a los puestos más encumbrados tiene ya muchos años en la espalda, y su carácter se vuelve más conservador, menos propenso a los cambios, y se produce un lógico aburguesamiento (palabra que no casualmente deviene del término “burgués”).
Además, ese puesto destacado casi siempre le otorga al jefe un buen pasar económico, lo que conlleva indefectiblemente a que tienda a mantener las cosas como están. Y en general, el que no avanza, retrocede.
Otro factor que influye es la corrupción y los “acomodos”. Este es un mal intrínseco de las organizaciones privadas rentísticas y de los organismos públicos de la democracia representativa.
En las organizaciones privadas rentísticas, porque ningún “hijo de rico” quiere trabajar en una fábrica. Pero como el sistema capitalista permite la perversión consistente en que “trabajar” sea vender y comprar acciones desde un escritorio, o apropiarse de las plusvalías ajenas sentado en un escritorio, los “acomodados” ven tentador el puesto. Si el acomodo consistiera en un puesto de trabajo productivo, seguramente no sería tan codiciado por estos vagos de cuello blanco.
En los organismos públicos de las democracias representativas, el acomodo es hijo dilecto de la burocracia estatal. Este tipo de burocracia deviene de la “política profesional”, lo que ya de por sí es un despropósito semántico.
En aquellos lugares donde existe la democracia popular directa este fenómeno no existe. En Cuba, por ejemplo, los cargos públicos municipales, comunales y distritales son elegidos por los vecinos de manera directa. Es decir, se elige a la persona y no a una agrupación política, y esa persona trabaja por su comunidad ejecutando los dictados de sus vecinos, sin por ello percibir una retribución mayor a la de cualquier trabajador. Es lo que los quechuas llaman “mandar obedeciendo”.
En Chiapas, las comunidades zapatistas tienen una organización circular, consistente en que los cargos son ocupados rotativamente por los integrantes de la comunidad capacitados para ejercerlos. Imaginar algo parecido en las democracias representativas capitalistas es más que una ingenuidad.
En síntesis, la causa más importante de la vigencia de la frase del título es el carácter conservador y reaccionario del sistema, tendiente en general a mantener las cosas como están, para favorecer a los mismos de siempre. Luego, al aplicar esta lógica, se incuba una sorda corruptela al amparo del vicio originario: servirse de la organización y/o del Estado, en lugar de servir a la organización y/o al Estado, entendiendo esto como propender al bien común.
Al cercenar el ascenso de los mandos medios en las organizaciones, ya sean públicas o privadas, se alimenta el inmovilismo, ingrediente esencial para la supervivencia de los capitalistas ociosos que se aprovechan del sistema, que lógica y necesariamente, está diseñado para permitirlo.
La conclusión es que la propensión al bien común por parte de las empresas capitalistas o del Estado burgués hijo de la democracia representativa es el mayor sofisma de la historia moderna occidental, quedando claro que el sistema imperante, tanto en las empresas como en el Estado burgués, está al servicio los grupos corporativos que conforman el interés dominante, más allá de las capacidades individuales de los miembros de las organizaciones.

4.9.06

La seguridad de los fascistas

“El 1% tiene el poder
el 9% quiere esto torcer,
de lo que queda el 50 solo come y
el resto se muere sin saber por qué”.
León Gieco. Músico argentino.

Está comprobado estadística y empíricamente que la inseguridad es directa consecuencia de la desigualdad social. Es absolutamente falso que la pobreza engendra delincuencia. Lo que potencia los índices delictivos es la falta de equidad.
Bastan algunos datos: América Latina es la región más injusta del mundo en cuanto a la distribución de la riqueza, y por lógica consecuencia, es el rincón del mundo en el que más se producen robos, hurtos y asesinatos en situación de robo.
África es el continente más pobre, pero al ser menos desigual (casi todos son pobres), los robos se producen en menor cantidad.
Dentro de América Latina el país más desigual es Brasil, y por ende, es el país más inseguro. Cuba, obviamente, es el país más equitativo, y es, el más seguro, superando incluso a la mayoría de los países europeos.
También es falso que una economía pujante contribuye a la seguridad. En Estados Unidos, el país más poderoso del mundo, se producen más asesinatos que en la India, y es el país con mayor población carcelaria del planeta.
Otra falacia es que la “mano dura” desalienta los delitos. En Estados Unidos, donde rige la pena de muerte en muchos Estados, e incluso se ha aplicado a deficientes mentales y a menores de edad, la delincuencia es sensiblemente menor en aquellos Estados donde no existe la pena de muerte.
En realidad, la pena de muerte sólo provoca la radicalización y una mayor violencia en el delito, ya que perdido por perdido, sabiendo que lo van a matar, el ladrón se juega el todo por el todo.
Sin atender a todos estos datos, el jueves se realizó en Buenos Aires una marcha para protestar por la inseguridad y para solicitar la implementación de medidas que, supuestamente, reducirían la cantidad de delitos.
La marcha fue convocada por el Ing. Juan Carlos Blumberg, cuyo hijo Axel fue salvajemente asesinado luego de haber sido secuestrado.
A partir de allí, el Ing. Blumberg se puso a la cabeza de un movimiento que llegó a ser multitudinario, exigiendo “mano dura”, rebajar la edad de imputabilidad de los menores de edad, otorgar más poder a la policía, y otras medidas regresivas.
El corolario de todo esto fue la marcha del jueves, que quedará en la historia como la más retrógrada y reaccionaria de, al menos, los últimos 50 años en la Argentina.
Blumberg se ha rodeado de lo más nefasto de la vida pública argentina, incluyendo militares golpistas, el sector más conservador de la Iglesia Católica, policías condenados por torturadores y políticos de la derecha más recalcitrante, que, no casualmente, son precisamente los principales culpables de la inseguridad que se vive en la Argentina, al haber aplicado políticas que ahondaron la brecha entre ricos y pobres, con el agravante que cuando un gobierno no aplicaba políticas de su agrado, promovían golpes militares.
Blumberg y sus seguidores sólo piden más represión al delito, pero nunca mencionan los factores que lo ocasionan, lo cual es lógico, ya que de profundizar en el tema, quedaría claro que la opulencia de los sectores adinerados, consecuencia directa de la sistemática explotación de los pobres, genera esa inseguridad. Y si bien quieren seguridad, mucho más quieren mantener su ilegítimo nivel de vida. Ante esto, el único camino es militarizar la sociedad.
Obviamente, estos energúmenos tienen memoria selectiva, y sólo se preocupan por los delitos cometidos por los pobres. Según su perspectiva, es mucho más condenable el robo de un estéreo que vaciar un banco. Esto es fácilmente deducible, ya que muchos de los que provocaron y avalaron la corrida bancaria que se produjo en el 2001 y que confiscó los ahorros de casi la mitad de los argentinos, están con Blumberg.
La intención principal criminalizar la pobreza. Todo aquel que no tenga los modales de la “gente bien”, que no esté bien vestido, que “huela a pobre” es sospechoso. Y para concretar sus funestas intenciones, exigen que la policía tenga más poder, y así llevar a la práctica sus políticas clasistas y xenófobas.
El día de la marcha salí de mi trabajo, y debido a la consabida movilización estaban todas las calles céntricas cortadas al tránsito. Por ello tuve que caminar muchas cuadras hasta poder acceder al bus. En mi caminata, crucé a la gente que se dirigía a la marcha. Pero hubo una escena que me llamó la atención, como una imagen que ejemplifica a la perfección lo que ocurre: tres señoras muy bien vestidas con ropa cara, rubias ellas, y peinadas de peluquería (típico público de las “marchas Blumberg”), caminaban hacia la Plaza de Mayo, por una de las estrechas callejuelas del centro histórico de Buenos Aires. En la vereda, revolviendo la basura en busca de algo para comer, había una familia entera condenada a la más absoluta miseria, mientras los chicos vagaban entre los desperdicios. Estas “señoras” tenían ante sus ojos y ante el espejo las causas por lo que protestaban. El contraste entre ellas y esos pobres seres alienados por el hambre era notorio. Sin embargo, las “señoras” ni los miraron. Los esquivaron con asco y siguieron camino. Pocos minutos después exigían “mano dura” a los delincuentes y seguridad para la “gente como uno”.
En casi todos los países, los poderosos y los beneficiados por el régimen saben bien de qué se trata. Ellos saben que la historia es la historia de la lucha de clases, y para peor, tienen buena puntería y tiran a matar.
Por su parte, muchos de los que no avalan esta barbarie y tienen la fortuna de no tener hambre, siguen entretenidos y engañados con la farsa de la democracia representativa, el crecimiento sustentable y el falso consumismo vendido por los “medios de alienación masiva”.
Mientras los que tenemos la fortuna de comer todos los días no cumplamos con el deber ético de trabajar incansablemente para arrebatarle el poder a los “neobárbaros” capitalistas, esto seguirá igual.
Mientras, la inmensa mayoría de los pobres, explotados, miserables y hambrientos, simplemente se mueren sin saber por qué. Y nosotros somos cómplices. Cómplices por omisión. Cómplices de los poderosos, y por tanto, mucho más culpables que quien alguna vez nos robó un reloj.
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