“La religión es el opio de los pueblos”
Karl Marx
“Brasil seguirá considerando a la religión como un instrumento para tratar el espíritu y los problemas sociales”.
Lula da Silva, Presidente de BrasilDurante los últimos días se produjo el primer viaje del nuevo papa católico, Benedicto XVI, a Latinoamérica.
El país elegido fue Brasil. ¿Por qué ese país y no otro? Por dos motivos: uno de ellos, es que Brasil es el país con más católicos en el mundo. Y el segundo, que es donde los cultos evangélicos han crecido más en los últimos años, quitándole fieles a la Iglesia Católica, y era hora de hacer un poco de marketing.
Benedicto XVI tiene una gran similitud y una gran diferencia con su antecesor, Juan Pablo II. La similitud es que el nuevo papa es tan retrógrado, conservador y reaccionario como el anterior. Ambos se oponen al uso del preservativo, condenan la legalización del aborto, persiguen doctrinas más avanzadas en el ámbito de la iglesia como la Teología de la Liberación, y son profundamente enemigos de toda idea política que interfiera con los intereses del poder, a quien, a fin de cuentas, la Iglesia ha servido durante casi toda su existencia.
Pero decíamos que había una gran diferencia entre Benedicto XVI y Juan Pablo II. Ella es que, a diferencia del papa anterior, el actual carece de carisma, es antipático, lleva como lastre haber pertenecido a la Congregación que deviene de la Inquisición, y hasta tiene en su haber un paso por las Juventudes Hitlerianas, en la época nazi de Alemania.
Para quienes pensamos que la jerarquía de la Iglesia Católica es un obstáculo para concretar el sueño de un mundo más justo, quizás sea una ventaja, ya que, ante estas limitaciones, a Benedicto XVI le será más difícil alcanzar la trascendencia y lograr influir en el escenario mundial, como sí lo logró Juan Pablo II.
Sin embargo, eso no impide señalar algunos hechos ocurridos en su reciente paso por Brasil.
Desde su llegada al aeropuerto, la humanidad pudo ver por televisión como la civilización retrocedía 3.000 años, hasta aquellas épocas en las que cualquiera se disfrazaba de santurrón y se declaraba profeta. Fue lamentable la actitud de prosternación de un Jefe de Estado como Lula, que a fin de cuentas, recibía a un par, a otro Jefe de Estado.
Nobleza obliga, luego Lula estuvo muy bien, cuando le informó que la legalización del aborto era una cuestión de salud pública y no un asunto religioso.
Posteriormente, en sus discursos, Benedicto XVI desplegó todo su abanico retardatario, digno de la Edad Media: recomendó a Lula que ponga fin al laicismo y declare a Brasil como un Estado Católico al mejor estilo de los países islámicos y recomendó a los obispos que sigan los dogmas de la Iglesia de manera literal abandonando toda pretensión racionalista, entre otros despropósitos. Como si esto fuera poco, también tuvo tiempo para decir que los pueblos originarios latinoamericanos habían abrazado el cristianismo por sí solos, y no por la imposición de los colonizadores. ¿Será el primer paso para negar el genocidio indoamericano?
Cuando le preguntaron sobre el narcotráfico, devastador flagelo generador de violencia entre cárteles en Brasil, tuvo como toda respuesta recomendarle a los traficantes que reflexionen porque “Dios les pedirá rendición de cuentas”.
Quizás hubiera sido más razonable que explicara por qué la Iglesia apoyó a la contra nicaragüense en su intento de derrocar al gobierno sandinista, cuando era sabido que la contra se financiaba con el narcotráfico (ver caso Irán – Contras).
También se refirió críticamente a “los gobiernos autoritarios de América Latina”. Bueno hubiera sido que explicara por qué la Iglesia Católica tuvo tan buenas relaciones con gobiernos tan democráticos como los de Pinochet o Videla.
Sí, ya sé, soy demasiado iluso.
Pero también hay datos alentadores: el 88 % de los católicos brasileños declararon que no tienen en cuenta la censura al preservativo emanada desde la Iglesia y que no practican la abstinencia sexual como método preventivo (método que tampoco practican ciertos obispos, según los reiterados casos de pedofilia).
En síntesis, cuanto más retrógrada y fuera de época se vuelva la Iglesia Católica, menos llegada tendrá entre sus fieles. El desafío es lograr que aquellos que se alejan de la iglesia católica, en lugar de caer en las burdas ofertas de los cultos alternativos de la TV de trasnoche, comiencen a buscar soluciones concretas para los problemas que los afligen. Eso lleva a participar. Participar lleva a involucrarse. Involucrarse lleva a concientizarse. Y cuando una sociedad es consciente de lo que quiere, descubre a quiénes se lo impiden.
Y aquellos que se lo impiden son los mismos que tienen a las iglesias (todas) como baluarte espiritual de la dominación.
Desmontar esta siniestra manipulación de conciencias, adornada con santurrones, vírgenes llorosas, dudosos milagros, infiernos, diablos maléficos, dioses barbudos, limbos (por el momento suspendidos), es desconectar el cable que inocula más y más opio sobre los pueblos.
Fotos:
1) Lula y Benedicto XVI
2) el papa de joven, con su uniforme de las Juventudes Hitlerianas