14.5.08

Ya nada será igual

Estoy regresando de Cuba. Mi cuerpo lo hizo hace ya casi dos meses, pero yo aún no he terminado de volver y probablemente nunca termine de hacerlo.
¿Cómo podía ser de otra manera?
Mil veces he intentado escribir un post, el típico de regreso, contando el viaje, alguna anécdota y adjuntando un par de fotos bonitas.
Pero esta vez no es igual.
Un viaje a Chile, Venezuela o México es un viaje a un país familiar, en muchas cosas similar al mío.
Un viaje a Papua Nueva Guinea, a Suazilandia o a Camboya es un viaje exótico.
Cuba está más allá: es como ir a otro planeta.
Y tengan por seguro que cuesta bastante volver de tan lejos.
¿Cómo hacer para no quedarse allí para siempre, subyugado con los ojos felices de los niños, los únicos privilegiados?
¿Cómo hacer para no emocionarse ante cada muestra de dignidad?
¿Cómo hacer para no quedarse allí para siempre, a salvo de la contaminación visual de neones, marcas y logos, a salvo de la publicidad y la incitación al consumismo más banal, tan común en el “planeta de acá”?

Cuando pasan los días y uno se va acostumbrando a Cuba, comienza a sentir una sensación de bienestar, una paz interior formidable. No creo que exista una palabra para definirlo, sería algo así como el antónimo del estrés.
Es la ausencia de vacío. Es tan difícil de explicar como eso, la ausencia de algo que es por definición una ausencia, pero que en este planeta, el de acá, es una ausencia tan poderosa como omnipresente: el vacío. La necesidad de poseer. La necesidad de tener antes que de ser. El encontrarle a todo una ventaja, y si no la tiene, pues no se hace.
En Cuba hay ausencia de todo eso.
Pero en Cuba hay otras ausencias, que también llaman la atención. Cuba es la ausencia de mendigos. La ausencia de gente durmiendo en la calle. La ausencia de chicos sin rumbo drogándose en las noches.
En síntesis, Cuba es la ausencia del desamparo. La ausencia de la muerte.
Es la tranquilidad de poder caminar por cualquier calle, a cualquier hora.
Es llamar a un timbre de una casa y que te dejen pasar al baño, “que un baño no se le niega a nadie, chico”.
Es la música sensual, penetrante, voluptuosa, atrapante, que marca el ritmo de vida de un (¿planeta?) distinto.
Es muy difícil volver de allí. Mucho.
En los próximos post espero contarles el viaje con detalle. Escribiré sobre las grandezas y las miserias, sobre lo bueno y lo malo, acerca de las contradicciones de una sociedad en permanente revolución. De la Atenas de nuestro tiempo, con sus luces y sus sombras.
Pero con la firme convicción de que cada día, cuando todos (sí, todos) los niños cubanos sonríen a boca ancha, con la panza llena y un techo por las noches, el Che sigue matando canallas con su cañón de futuro.
Espérenme que ya vuelvo.

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