Latinoamérica también tuvo su 11-S

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”
Joaquín Sabina.

Once de septiembre de 2007. Muere Salvador Allende tras encabezar una revolución socialista triunfante que acabó con la pobreza y la desigualdad en Chile.
Los funerales son los más multitudinarios que se tenga memoria. El ataúd será exhibido durante tres días, y en el Estadio Nacional “Gladys Marín” se realizan diversos eventos artísticos en homenaje a Allende. La actuación de Víctor Jara será el número estelar.
Fue tan luminoso el ejemplo de Allende, que se expandió en toda Latinoamérica.
Uno a uno, todos los países de la región se sumaban, y así, en 1994 se conformaron dos grandes bloques socialistas: Latinoamérica del Norte, con capital en La Habana y Latinoamérica del Sur, con sede en Santiago.
La integración de ambos bloques fue acelerada y se decidió que ambos se unirían en una sola nación socialista en 2004, diez años después.
Así ocurrió. En 2004 ambas naciones se unificaron, y la capital fue Caracas, por el surgimiento allí de un dirigente carismático y revolucionario que sucedería a los ancianos líderes Allende y Castro.
En la actualidad, septiembre de 2007, la República Socialista de Latinoamérica no es una potencia mundial.
Pero no porque no pueda, sino porque no le interesa.
Su objetivo es que sus habitantes tengan salud, educación y una vida digna, alejado de los falsos ideales consumistas del resto del mundo.
En la República Socialista de Latinoamérica no existen las guerras, no hay depredación ambiental. La gente vive su vida plenamente, estudia, trabaja y dispone de tiempo para disfrutar de pequeños placeres. La vida en comunidad es muy intensa, y el espacio público permanentemente es sede de actividades culturales. En su territorio se realiza un uso racional de los recursos energéticos, y prácticamente no existe ni la pobreza ni la delincuencia.
Al haber mejorado ostensiblemente la situación económica de la población, han desaparecidos los conflictos internos, que siempre eran promovidos desde fuera de la región. Ahora Latinoamérica es una unidad, aunque cada país mantiene sus costumbres, su idiosincrasia, su selección de fútbol, etc.
Se respetan los derechos de las minorías. Los campesinos cultivan sus tierras, sin latifundistas que los esclavicen. Los profesionales aplican sus conocimientos priorizando el interés colectivo. Los científicos han logrado avances notables en todos los campos de la ciencia. La democracia participativa se palpa en todos los ámbitos de la sociedad. Los consejos comunales resuelven los problemas cotidianos y el pueblo decide mediante plebiscitos los lineamientos estratégicos de la República, gracias al alto nivel cultural alcanzado por la población, a partir de un modelo educativo incluyente y de excelencia.
El principal problema que afronta la República Socialista de Latinoamérica está en su frontera norte, donde decenas de miles de habitantes de Estados Unidos hacen lo imposible por traspasar la frontera para acceder a una vida mejor, generando algún desequilibrio, pero nada importante.
11 de setiembre de 2007. En la cárcel de Santiago muere Augusto Pinochet. Casi nadie se acuerda de él, pero los más memoriosos saben que hace 34 años encabezó un intento de golpe de Estado. Su muerte pasó desapercibida, al coincidir con el fallecimiento de Allende. El vehículo que trasladaba sus restos hacia el cementerio iba más rápido que nunca por la avenida principal de Santiago. Es que estaban abiertas las anchas alamedas. Más abiertas que nunca, y para siempre.

Dedicatorias: Este post está dedicado a la memoria de los mártires Salvador Allende, Ernesto Che Guevara, Jaime Roldós, Omar Torrijos, Juan José Torres, Camilo Torres, Jorge Eliécer Gaitán y Augusto Sandino. A Pancho Villa y a Emiliano Zapata. A los estudiantes mexicanos masacrados en Tlatelolco en 1968. A los centenares de miles de guatemaltecos asesinados por el genocida Ríos Montt. A los familiares de todos los desaparecidos y asesinados por las dictaduras militares del Cono Sur. A quienes fueron torturados y a quienes tuvieron que exiliarse. Y a quienes todavía pensamos que un mundo mejor es posible. Y sí. A pesar de todo seguimos pensando igual que hace 34 años. Mal que les pese a los herederos de la barbarie fascista, que irónicamente ahora se hacen llamar “demócratas”.